domingo, diciembre 03, 2006
Herrero como sus tíos
por Álvaro Cepeda Neri
I. Federico Campbell es sobre todo, un escritor, porque esto es lo que, precisamente, ha estado siendo y muy seguramente desde que tomó conciencia de lo que quería hacer con su vida. A ese propósito –a ese destino—, se ha dedicado, silenciosamente y en solitario: leyendo y escribiendo, escribiendo y leyendo, para darse una formación literaria. Puede y debe decirse, usando la sobada frase, de que su “amor platónico” es escribir; aunque mejor sería decir que su ideal-práctico es la creación, por la palabra escrita, de sus sueños y ensueños de amor por las letras que, en su conexión son el lenguaje, con el que escribe lo que piensa.
II. Campbell es un obrero de la palabra. Un herrero, que en la fragua de sus fantasías y realidades, donde arden sus sentimientos, va sacando aquellas y estas para, con la férrea voluntad por hacerse escritor, ir forjando su prosa…”No es importante tener o no algo que escribir. Lo esencial es desear escribirlo. Tener ganas de decirlo. No basta el oficio. Ni la destreza. Ni la abundancia de ideas originales. Lo único que cuenta es el deseo” (Federico Campbell: Post scriptum triste. Ediciones de literatura/UNAM.-1994). Este escritor bajacaliforniano-sonorense, por raíces de nacencia, con su centro de gravedad tijuanense, se avecindó en la ciudad de México, la capital-ombligo del país, para hacer de su pasado y su presente la escolta de su angustioso deseo por escribir.
III. Federico Campbell, el escritor, se ha hecho en la lectura de los clásicos, nacionales y universales, hasta encontrar su paradigma en la singularidad de Leonardo Sciascia a quien pone de relieve biográfico a través del hilo conductor de su encuentro, provocado y buscado, con el gran novelista-maquiavelista que más ha escudriñado los abusos del poder, las chapuzas judiciales, la criminalidad gubernamental y que es un Sciascia “escritor incisivo, penetrante, rápido, armado de una acometividad implacable”. Y escribe Campbell sus ensayos-novela: La Memoria de Sciascia (Fondo de Cultura Económica.-1989). ¡Cuánta admiración amorosa la de Federico por Leonardo! A la mejor es la más valiosa amistad de Campbell, por ese novelista: “Suave, los ojos profundamente tristes y negros, la mano sobre el bordón, tierno y educado”.
IV. Un escritor tiene dos biografías. La de su vida común y corriente. La que tenemos todos. La de la ene a la eme: del nacimiento a la muerte. Un maestro: Guillermo Héctor Rodríguez, en sus verdaderas cátedras, decía… ”No hablaremos del hijo de los esposos Kant, sino del pensador Immanuel Kant”. En los diccionarios de Humberto Musacchio se encuentra, con sus datos personales en apretada síntesis, un listado de la biografía del escritor Federico Campbell. Es de éste a quien se refiere esta nota, reseña en cuanto “comentario breve e informativo, una narración muy suscinta, que da cuenta de un acontecimiento cultural”. Al margen de los excesos protagónicos, Campbell ha ido construyendo su literatura para convidarnos de sus reflexiones, asida a la divisa aquella de que “la realidad es más pródiga que la más febril fantasía”.
V. Y con ese punto de vista es que el escritor, que empezó siendo periodista y no ha dejado de serlo, aunque centralmente su oficio es ya de escribidor de ensayos, novelas y su columna: “Máscara negra”, continúa su vida alejada de los reflectores, pensando y repensando sus problemas literarios en la búsqueda constante de las soluciones que plantea en sus escritos. Apasionado del mundo rural-urbano de la geografía norteña que enmarcó su niñez-adolescencia, con idas y venidas a ellas para retornar a la capital del país, para retornar a las fuentes de su inspiración, de sus motivos, de sus argumentos, también ha incursionado a otros lugares y nada lo impactó tanto como su visita a la Italia de Sciascia (como otros dirían a la Italia de Dante, etc.).
VI. De entre mis libros, tengo de Federico Campbell: “De cuerpo entero”, primera edición de la UNAM y otra de Ediciones Corunda. Sus tres cuentos –pecados de juventud— bajo el nombre de uno de ellos: “Territorios sentimentales”, publicado por Cuadernos Maninalco. Sus ya citados La memoria de Sciascia, “Post scriptum triste”, un diario-memorioso. Su novela: Pretexta, que circula bajo el sello del FCE, en la colección Letras Mexicanas. Sus entrevistas a 26 escritores y que se hicieron “en Madrid y Barcelona” y que fueron transcripciones de conversaciones precedidas con una biografía (debidas a César Malet) del entrevistado y su nota biográfica-bibliografía. Ha sido un libro a la manera del preguntar peculiar de Campbell y las originalidades para contestar de cada poeta, cada ensayista, cada novelista.
VII. Y tengo las dos ediciones de su texto: “Periodismo escrito”. El publicado por editorial Ariel y el reciente de Alfaguara. Son dos libros. A lo mejor una clonación a la Campbell, porque en el casi siendo iguales están las diferencias. En ellos tenemos las reflexiones del periodista Federico Campbell, pero ya con la carga del escritor de cuentos, novela, ensayos, entrevista y la experiencia del reportero, del corresponsal, editor. Todo esto lo ha utilizado para escribir y reescribir, con un lapso de seis años de por medio, ambos textos para los estudiantes de periodismo y para los periodistas. La edición de Alfaguara tiene 35 capítulos. La de Ariel 23. Ambos constituyen vasos comunicantes.
VIII. Tengo algunos recortes de entrevistas a Campbell sobre su trabajo de escritor. La de Judith Moreno, donde habla el tijuanense-navojoense-defeño de su libro: “Transpeninsular”, donde a la pregunta provocadora, Campbell responden con la frase de Joseph Conrad: “He sido periodista, no lo volveré a ser nunca”. La brevísima nota de Salvador Espejo Solís: “El espejo ambiguo de Federico Campbell”. De Oscar Enrique Ornales, la crónica-entrevista titulada: “Campbell y las mentiras literarias”. La nota de Antonio Bertrán que lleva la cabeza de: “Reviven a un héroe de Baja California” y que trata del asunto sobre la novela donde Campbell explora el trayecto hacia la muerte en la vida del periodista Fernando Jordán. Y la entrevista de Cynthia Palacios Goya, que versa sobre la columna periodística de Campbell que, bajo el título general de “Máscara Negra” se ha publicado en diarios y revistas. Algunas de ellas dieron origen al libro: “La invención del poder”, con el sello de editorial Aguilar.
IX. Tijuana, Magdalena, Navojoa son un tríptico que martillea la memoria de Campbell. No ha dejado de ir a esos lugares materialmente, como se regresa al lugar de nuestros primeros crímenes, pero sobre todo con su imaginación, sus recuerdos, sus nostalgias…en busca, pues (¡oh, Proust!) del tiempo perdido, pero recobrado. A Campbell le fascina conversar, pero se distrae y se va en pos de una idea, para luego regresar como de una breve ausencia. Se pone su gorra sobre su calvicie siempre prematura. Le gusta estar en su guarida de escritor. Y si lo que escribe un escritor es, en gran medida autobiográfico, habría que leer “Pretexta” para ir alma adentro (en lugar de decir: mar adentro) de Federico Campbell.
X. Tiene Campbell otro libro autobiográfico: La clave Morse, que a mí me parece la búsqueda de unos ayeres detenidos a partir de una fotografía. “Y en efecto, cuando aún no cumplo los 50, el azar deposita en mi panteón personal una fotografía que me regala mi prima Dora y que nunca vi entre los archivos de mi casa: en ella comparece mi padre antes de cumplir 25 años, hacia 1933, en una de las tabernas de Tijuana, vestido de cowboy. Su rostro de Tom Mix me contempla desde el lado derecho de la fotografía y yo me asomo a su mirada de 1933 y pienso que, entonces, todavía no nazco, aún no soy yo, pero de algún modo extraño ya he empezado a ser y a estar en el mundo…Ni él ni yo volveremos a ser jóvenes”. Pero, finalmente, solamente quiero, con este Ex Libris, recomendar la lectura del libro: Periodismo escrito.
I. Federico Campbell es sobre todo, un escritor, porque esto es lo que, precisamente, ha estado siendo y muy seguramente desde que tomó conciencia de lo que quería hacer con su vida. A ese propósito –a ese destino—, se ha dedicado, silenciosamente y en solitario: leyendo y escribiendo, escribiendo y leyendo, para darse una formación literaria. Puede y debe decirse, usando la sobada frase, de que su “amor platónico” es escribir; aunque mejor sería decir que su ideal-práctico es la creación, por la palabra escrita, de sus sueños y ensueños de amor por las letras que, en su conexión son el lenguaje, con el que escribe lo que piensa.
II. Campbell es un obrero de la palabra. Un herrero, que en la fragua de sus fantasías y realidades, donde arden sus sentimientos, va sacando aquellas y estas para, con la férrea voluntad por hacerse escritor, ir forjando su prosa…”No es importante tener o no algo que escribir. Lo esencial es desear escribirlo. Tener ganas de decirlo. No basta el oficio. Ni la destreza. Ni la abundancia de ideas originales. Lo único que cuenta es el deseo” (Federico Campbell: Post scriptum triste. Ediciones de literatura/UNAM.-1994). Este escritor bajacaliforniano-sonorense, por raíces de nacencia, con su centro de gravedad tijuanense, se avecindó en la ciudad de México, la capital-ombligo del país, para hacer de su pasado y su presente la escolta de su angustioso deseo por escribir.
III. Federico Campbell, el escritor, se ha hecho en la lectura de los clásicos, nacionales y universales, hasta encontrar su paradigma en la singularidad de Leonardo Sciascia a quien pone de relieve biográfico a través del hilo conductor de su encuentro, provocado y buscado, con el gran novelista-maquiavelista que más ha escudriñado los abusos del poder, las chapuzas judiciales, la criminalidad gubernamental y que es un Sciascia “escritor incisivo, penetrante, rápido, armado de una acometividad implacable”. Y escribe Campbell sus ensayos-novela: La Memoria de Sciascia (Fondo de Cultura Económica.-1989). ¡Cuánta admiración amorosa la de Federico por Leonardo! A la mejor es la más valiosa amistad de Campbell, por ese novelista: “Suave, los ojos profundamente tristes y negros, la mano sobre el bordón, tierno y educado”.
IV. Un escritor tiene dos biografías. La de su vida común y corriente. La que tenemos todos. La de la ene a la eme: del nacimiento a la muerte. Un maestro: Guillermo Héctor Rodríguez, en sus verdaderas cátedras, decía… ”No hablaremos del hijo de los esposos Kant, sino del pensador Immanuel Kant”. En los diccionarios de Humberto Musacchio se encuentra, con sus datos personales en apretada síntesis, un listado de la biografía del escritor Federico Campbell. Es de éste a quien se refiere esta nota, reseña en cuanto “comentario breve e informativo, una narración muy suscinta, que da cuenta de un acontecimiento cultural”. Al margen de los excesos protagónicos, Campbell ha ido construyendo su literatura para convidarnos de sus reflexiones, asida a la divisa aquella de que “la realidad es más pródiga que la más febril fantasía”.
V. Y con ese punto de vista es que el escritor, que empezó siendo periodista y no ha dejado de serlo, aunque centralmente su oficio es ya de escribidor de ensayos, novelas y su columna: “Máscara negra”, continúa su vida alejada de los reflectores, pensando y repensando sus problemas literarios en la búsqueda constante de las soluciones que plantea en sus escritos. Apasionado del mundo rural-urbano de la geografía norteña que enmarcó su niñez-adolescencia, con idas y venidas a ellas para retornar a la capital del país, para retornar a las fuentes de su inspiración, de sus motivos, de sus argumentos, también ha incursionado a otros lugares y nada lo impactó tanto como su visita a la Italia de Sciascia (como otros dirían a la Italia de Dante, etc.).
VI. De entre mis libros, tengo de Federico Campbell: “De cuerpo entero”, primera edición de la UNAM y otra de Ediciones Corunda. Sus tres cuentos –pecados de juventud— bajo el nombre de uno de ellos: “Territorios sentimentales”, publicado por Cuadernos Maninalco. Sus ya citados La memoria de Sciascia, “Post scriptum triste”, un diario-memorioso. Su novela: Pretexta, que circula bajo el sello del FCE, en la colección Letras Mexicanas. Sus entrevistas a 26 escritores y que se hicieron “en Madrid y Barcelona” y que fueron transcripciones de conversaciones precedidas con una biografía (debidas a César Malet) del entrevistado y su nota biográfica-bibliografía. Ha sido un libro a la manera del preguntar peculiar de Campbell y las originalidades para contestar de cada poeta, cada ensayista, cada novelista.
VII. Y tengo las dos ediciones de su texto: “Periodismo escrito”. El publicado por editorial Ariel y el reciente de Alfaguara. Son dos libros. A lo mejor una clonación a la Campbell, porque en el casi siendo iguales están las diferencias. En ellos tenemos las reflexiones del periodista Federico Campbell, pero ya con la carga del escritor de cuentos, novela, ensayos, entrevista y la experiencia del reportero, del corresponsal, editor. Todo esto lo ha utilizado para escribir y reescribir, con un lapso de seis años de por medio, ambos textos para los estudiantes de periodismo y para los periodistas. La edición de Alfaguara tiene 35 capítulos. La de Ariel 23. Ambos constituyen vasos comunicantes.
VIII. Tengo algunos recortes de entrevistas a Campbell sobre su trabajo de escritor. La de Judith Moreno, donde habla el tijuanense-navojoense-defeño de su libro: “Transpeninsular”, donde a la pregunta provocadora, Campbell responden con la frase de Joseph Conrad: “He sido periodista, no lo volveré a ser nunca”. La brevísima nota de Salvador Espejo Solís: “El espejo ambiguo de Federico Campbell”. De Oscar Enrique Ornales, la crónica-entrevista titulada: “Campbell y las mentiras literarias”. La nota de Antonio Bertrán que lleva la cabeza de: “Reviven a un héroe de Baja California” y que trata del asunto sobre la novela donde Campbell explora el trayecto hacia la muerte en la vida del periodista Fernando Jordán. Y la entrevista de Cynthia Palacios Goya, que versa sobre la columna periodística de Campbell que, bajo el título general de “Máscara Negra” se ha publicado en diarios y revistas. Algunas de ellas dieron origen al libro: “La invención del poder”, con el sello de editorial Aguilar.
IX. Tijuana, Magdalena, Navojoa son un tríptico que martillea la memoria de Campbell. No ha dejado de ir a esos lugares materialmente, como se regresa al lugar de nuestros primeros crímenes, pero sobre todo con su imaginación, sus recuerdos, sus nostalgias…en busca, pues (¡oh, Proust!) del tiempo perdido, pero recobrado. A Campbell le fascina conversar, pero se distrae y se va en pos de una idea, para luego regresar como de una breve ausencia. Se pone su gorra sobre su calvicie siempre prematura. Le gusta estar en su guarida de escritor. Y si lo que escribe un escritor es, en gran medida autobiográfico, habría que leer “Pretexta” para ir alma adentro (en lugar de decir: mar adentro) de Federico Campbell.
X. Tiene Campbell otro libro autobiográfico: La clave Morse, que a mí me parece la búsqueda de unos ayeres detenidos a partir de una fotografía. “Y en efecto, cuando aún no cumplo los 50, el azar deposita en mi panteón personal una fotografía que me regala mi prima Dora y que nunca vi entre los archivos de mi casa: en ella comparece mi padre antes de cumplir 25 años, hacia 1933, en una de las tabernas de Tijuana, vestido de cowboy. Su rostro de Tom Mix me contempla desde el lado derecho de la fotografía y yo me asomo a su mirada de 1933 y pienso que, entonces, todavía no nazco, aún no soy yo, pero de algún modo extraño ya he empezado a ser y a estar en el mundo…Ni él ni yo volveremos a ser jóvenes”. Pero, finalmente, solamente quiero, con este Ex Libris, recomendar la lectura del libro: Periodismo escrito.